En la fecha patria nacía el Club Ciclista que hoy celebra su Centenario

De la época dorada: Pagani, Mestre, Cheylat, Mirabelli, Zelasqui, y Ciotti.

Desde este 9 de Julio, festejo de fecha patria, el Club Ciclista Trenque Lauquen, se suma a las entidades centenarias de la ciudad, al igual que la Biblioteca Rivadavia, los clubes Ferro Carril Oeste, Argentino y Atlético Trenque Lauquen, y en unos meses la Sociedad Rural. Pero además le aporta a la historia ciudadana su copioso pasado y la antesala de un formidable horizonte.

1956. Primer nacional. Contreras, ídolo y campeón.

El club que amaneció compitiendo en el contorno de tierra del Parque Municipal, luego en carreras callejeras, prosiguió con la construcción de uno de los velódromos de cemento orgullos del país, lugar de disputa de varios campeonatos nacionales, e inicio de la consagración del mendocino Ernesto Contreras, sin duda de los máximos exponentes de este deporte, constituyen algunos de los rasgos que distinguieron sus pretéritos tiempos, que en la actualidad prosiguen en el circuito y sede erigidos en el Polideportivo Municipal.

Competencia en el primer circuito de tierra.

Distante ha quedado aquel 1924, cuando en la carpintería de Carabelli y Zelasqui, ubicada en la calle Belgrano al 200, donde educó a generaciones el Colegio Politécnico, y hoy se levanta un edificio de altura, le colocaban los pañales a la naciente institución, que presidió en su primer período don José Zelasqui, acompañado del entusiasmo de su esposa “Pancha” Morros, que se encargó de confeccionar la primera bandera.

Zelasqui, además, trajo las primeras bicicletas adquiridas en Buenos Aires para después venderlas a 200 pesos, cómodamente financiadas a razón de 10 pesos mensuales, las que permitieron realizar las iniciales pruebas en el Parque Municipal, y posteriormente en las calles de la ciudad. Las fotos de la época muestran la notable concurrencia que seguía el desarrollo de las mismas, claro indicio del atractivo que ejercía el ciclismo en la  población.

Villegas al 300. Largada de una carrera callejera.

Obra de visionarios
Por eso, se decide avanzar hacia un espacio propio, adquiriendo la manzana que hoy delimitan el acceso García Salinas, y las calles Arrastúa, San Martín y Pincén, donde se construye el primer circuito de tierra. No era la meta definitiva. Sus dirigentes tenían apuro en que el crecimiento no se detuviera.

Se propusieron, entonces, sepultar esa pista terrosa con hierro y hormigón. Con la colaboración gratuita de la empresa “Copamaco”, que a la sazón realizaba tareas de pavimentación en algunas cuadras de la ciudad se completó un trazado peraltado de cemento de 330 metros que, en seis meses quedó finalizado.

Trenque Lauquen luciría altivamente el privilegio de poseer uno de los escasos velódromos de hormigón con los que el país contaba, al punto que “El Gráfico”, la más popular revista deportiva de entonces, le dedicó generosos espacios para destacar el advenimiento de esta inigualable obra.

Con un festival desarrollado los días 18 y 19 de diciembre de 1955, y con la participación de los mejores pedalistas argentinos, el óvalo de cemento quedaba formalmente inaugurado. En los años siguientes se disputaron allí, cinco
campeonatos nacionales – 1956, 1960, 1965, 1972 y 1998 – además del provincial de 1997 y un juvenil.

En esa primera edición de 1956, aparecería por primera vez en el firmamento nacional, un humilde y desgarbado mendocino de 19 años que se ganó rápidamente el afecto del público, y que finalmente se consagró campeón en
persecución individual, destronando al favorito Pedro Salas. Luego, su palmarés se poblaría de gloria, el que contamos en otra nota.


El sueño inconcluso

El Padre Ulrich bendice el flamante velódromo.

Pero las aspiraciones de la dirigencia se medían en sueños, y no conformes con la portentosa creación del óvalo, imaginaron techarlo para que las inclemencias del tiempo no impidieran las convocatorias ciclísticas e incluso ver girar allí a pedalistas de todo el mundo con el objetivo de reproducir aquí los renombrados “Seis Días” que se disputaban anualmente en el Luna Park porteño, con la presencia de los más sobresalientes corredores locales y extranjeros.

Aquella era una pista de madera, a la que se la conoció como “el anillo embrujado”, el cual era recorrido durante seis días consecutivos, sin interrupción.

Los ciclistas participaban por parejas, de modo que mientras uno corría, el otro descansaba, pero siempre, uno de ellos, se deslizaba por el circuito. Mientras se ilusionaban con esa idea, proyectaron otra quimera: construir un hotel en el frente del velódromo.

Además de las actividades estrictamente ligadas al mundo de las dos ruedas, el club incursionó en otras de carácter social, siendo una de ellas, la organización de concurridos y divertidos bailes que se desarrollaban en el centro del circuito, donde además se hallaban los vestuarios para los corredores. Como dato curioso, el embaldosado de ese sector se efectuó con el proveniente del último prostíbulo que tuvo la ciudad.

Pablo Villani, de los pioneros de nuestro ciclismo.

Días de renacimiento
Pero las buenas noticias serían ensombrecidas, cuando el club, acosado por un enredado juicio, se vio obligado a la venta del predio con su histórico óvalo, al que las inundaciones ya le habían dejado el daño de su marca años antes.

Las topadoras completarían este adverso final y arrasarían con esa obra de visionarios.

Un nuevo circuito de 600 metros hoy se erige dentro del Polideportivo Municipal, inaugurado el 12 de septiembre de 1999. En el mismo lugar quedó habilitada su sede el 18 de abril de 2004.

Carrera en el actual circuito del Polideportivo Municipal.

Pero la historia sería incompleta, si no señaláramos algunos de los nombres, entre dirigentes y ciclistas – el lector podrá añadir otros, hurgando en su memoria – que fundamentaron esta primera etapa centenaria. En ese insuficiente listado se inscriben los apellidos Zelasqui, Marchesi, Mestre, Villani, Garbarino, Pagani, Mirabelli, “Choni” Distacio; Voragini, “Cuete” Cheylat; Reina, “Pistón” Diez, “Corto” Ciotti, Mapelli, y Saragüeta.

Sumados a los de las generaciones posteriores, Miraz, Gallo, Amicone, González, Reyes, Marco y Javier Lobosco, Forte, Colón, Cueli, Torres, Federico Voragini, “Talacho” Coria, “Tato” Navarro, Agrazar, Loza, “Cosi” Giménez, “Beto” Garabito, Juval Ríos, Paladino – algunos de ellos campeones argentinos en diversas categorías – y la novedad encarnada en mujeres como Agustina Cepeda y Martina Navarro.

Cien años para recordar con orgullo el origen del Club Ciclista Trenque Lauquen y honrar a todos quienes contribuyeron a concebir y proseguir con ese legado. La historia de una entrañable existencia que no concluye aquí. Nuevas páginas aguardan para continuar escribiéndola.

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